Campesinos que no trabajan para nadie más que para sí mismos, que no tienen sindicato que les represente ni un líder que les prometa una reducción de jornada. Nadie les dice lo qué tienen qué hacer y cómo. Ni cuándo. Se pasan medio día empuñando un hacha, levantando piedras o segando una pradera. Y cuando desfallecen, levantan la vista a su alrededor y ven el paraíso, que es suyo. Y vuelven al tajo.
Así era la vida del baserritarra, el campesino que hacía su vida en torno a su caserío y su tierra, dedicando largas jornadas a trabajar la tierra, a picar piedra, a ocuparse de sus animales… y alguna apuesta de vez en cuando con el baserritarra vecino: a ver quién corta más madera. Así, en este escenario labriego, tradicional y orgulloso surge la tradición del deporte rural vasco.
‘Herri kirolak’, la tradición del deporte en los pueblos vascos
Primero fue el trabajo. Después el orgullo, la apuesta y el dinero. Y, finalmente, el deporte. Una de las singularidades del deporte rural vasco o herri kirolak es que fue primero “negocio” antes que deporte, fue primero trabajo, competición (y apuesta) antes que diversión.
Como señala la guía para la enseñanza de los herri kirolak editada por el Gobierno vasco, la vida en torno al baserri vasco no dejaba lugar al espíritu deportivo. Esto no era la Acrópolis de Atenas. La soledad del campesino en torno a su caserío y las largas y repetitivas jornadas de trabajo configuraron su carácter orgulloso: tipos fornidos, serenos, aguerridos… y competitivos.
Porque a nadie le gustaba que el baserritarra vecino segara más rápido, lanzara fardos más pesados o recogiera más mazorcas. Una razón más para trabajar con renovado entusiasmo: hacerlo mejor que el vecino. Y entonces surgen las apuestas en las que, además de dinero y/o objetos de cierto valor como el propio ganado (y hasta el caserío), los contendientes se jugaban su orgullo.
Con el tiempo, estas apuestas van haciéndose populares en los entornos rurales atrayendo a familias vecinas que asisten como “público” por el atractivo de ver a dos personas competir entre sí con un hacha en la mano. Y las apuestas se amplían a este público. ¿Quién crees que ganará? ¿Olasagasti o Keixeta? Así el trabajo se convierte en apuesta, la apuesta en competición. Y la competición en deporte y espectáculo público.
A finales del siglo XIX, los deportes rurales vascos viven su momento de esplendor, con parroquias y municipios organizando competiciones que congregan a los mejores aizcolaris, segalaris o levantadores de piedras. Porque los trabajadores de las antiguas ferrerías también empiezan a competir. Y de esta forma se consolidan los herri kirolak como moderno deporte que forma parte de la tradición más ancestral del pueblo vasco.
‘Aizkora’, el corte de troncos
Fue una de las primeras actividades tradicionales del campo vasco convertida en apuesta y deporte. La construcción naval y las propias ferrerías requerían grandes cantidades de madera y carbón por lo que ser leñador era una labor rentable, pero muy dura.
Los primeros aizkolariak competían en la intimidad de los bosques, pero cuando estas actividades se convierten en tradición pública, el aizkora llega a las plazas de los pueblos como acto clave de las fiestas euskaras: de hecho, la primera referencia documental a una de estas competencias data de 1802 en Hernani. Y no tardarán en llegar los primeros Messi del aizkora, los ídolos del deporte tradicional vasco como Joxe Arrospide o Iñaxio Amutxastegi “Arliseta”.
Y los “partidos del siglo”, como el que enfrentó en 1983 a José Mari Mendizabal y Mikel Mindegia en 1983: la “apuesta” era sobre seis troncos de 110 pulgadas y 52 troncos de 54 pulgadas. Mendizabal, el ganador, necesitó más de cuatro horas. Un poco más que un partido del siglo corriendo detrás de un balón, incluso con VAR y demás.
Pero como sucede con otros deportes autóctonos, el corte de troncos no es exclusivamente vasco, por supuesto. En 1976 se celebró en el velódromo de San Sebastián el primer envite internacional que enfrentó a los vascos con los australianos, que además de traer la tabla de surf a Mundaka también llegaron con una nueva hacha más eficiente con la que derrotaron a los locales. A la salida del velódromo, los australianos vendieron todas sus hachas a sus rivales…
En la actualidad, la Federación Vasca de Juegos y Deportes Vascos estipula el reglamento del aizkora y del resto de disciplinas, señalando, por ejemplo, que solo se pueden utilizar troncos de madera de haya, “verdes” o tallados en fecha reciente pudiendo ser colocados en horizontal o vertical… al estilo australiano.
‘Giza probak’, el arrastre de piedras
Los historiadores del deporte rural vasco sitúan el origen de esta disciplina en el siglo XVIII, vinculada al trabajo en las canterías, especialmente en Bizkaia donde abundan más. Con la piedra se construían puentes y carreteras, además de los propios caseríos, pero también era un buen motivo para una apuesta al finalizar la jornada laboral. “A ver quién arrastra más esta piedra”.
Este espectacular y bizarro deporte consiste en arrastrar bloques de piedra de entre 500 y 1.000 kilos ayudados tan solo de una cadena y un gancho. Y es que esta disciplina procede del arrastre de piedra con ganado, especialmente bueyes, que podían llegar tirar por piedras de 2.500 kilos: son las idi probak o animalia probak, rodeadas de polémica en las últimas décadas por el uso de animales en una exhibición deportiva: de hecho, se hacen hasta controles antidopaje a los animales para minimizar el maltrato y regular los fraudes en la competición.
El reglamento oficial de la Federación Vasca de Juegos y Deportes Vascos estipula actualmente que no se puede golpear ni pinchar con brusquedad al ganado, usando el juez tarjetas de amonestación que pueden llevar a la expulsión del contendiente si se excede.
‘Harri jasotzea’ o levantamiento de piedra
Si hay un deportista vasco que ha trascendido la cultura popular ejerciendo una de estas actividades tradicionales ese es Iñaki Perurena, el primer hombre que levantó 315 kilos. Debido a sus actividades más allá de la piedra (de la que actualmente que está retirado), ha sido el principal difusor en las últimas décadas de los herri kirolak. Pero mucho antes de que el navarro se convirtiera en una celebridad más allá de Euskadi, los harri jasotzea ya eran una disciplina habitual en la región.
El historiador especialista en deporte rural vasco Rafael Aguirre Franco cita que ya en el XVI el párroco de El Escorial escribió sobre los juegos que practicaban los canteros vizcaínos en sus ratos de ocio. Lo normal, ¿no? ¿Quién no sigue levantando piedra (como ocio) después de estar levantando piedra (como trabajo)? Bueno, como aquel periodista que escribe novelas en sus ratos libres o el músico de sesión que toca con su grupo cuando sale del estudio.
Sea como fuere, el levantamiento de piedra también se estandarizó como actividad lúdica y deportiva a finales del XIX hasta que Perurena y Saralegi (ambos de Leitza) se convirtieron en hombres récord en sus diferentes disciplinas: levantamiento de piedra cilíndrica con una mano y levantamiento absoluto con piedra rectangular, respectivamente.
Sega, la siega del campo
De nuevo la peculiaridad de la orografía vasca determina el surgimiento de una disciplina deportiva marcada por la exigencia física y su estrecha vinculación a los trabajos agrícolas tradicionales: se necesitaba hierba para alimentar el ganado, pero esta hierba no crecía en “aburridos” campos horizontales, sino en las zigzagueantes pendientes de los montes. Así que los medios mecánicos no eran eficientes en este entorno: había que hacerlo a mano. Pues se hace. Y, además, lo convertimos en deporte nacional.
No obstante, esta actividad es más “moderna” en relación con las ya citadas porque hasta bien entrado el XVIII no hay gran cantidad de pastos. Es el exceso de tala de los árboles de los bosques vascos, que se acelera con la Revolución Industrial, lo que consolida la sega. Así pues, la “edad dorada” de la sega llega en las décadas anteriores a la Guerra Civil, cuando la guadaña también hace acto de presencia en las Fiestas Euskaras.
¿Y cómo se “juega” a la sega? Se trata de cortar el mayor número de kilos de hierba en un tiempo establecido usando varias guadañas, hasta cinco si la competición se desarrolla durante 120 minutos. Desde luego, es más sencillo que el criquet, pero también parece más duro.
Las ‘herri kirolak’ en la actualidad
Además de las disciplinas mencionadas, se contabilizan 14 más configurando hasta 18 modalidades diferentes que fueron promocionadas en su día con el acrónimo H18K haciendo referencia a la denominación en euskera y al número de disciplinas: entre ellas, algunas tan singulares como lokotx biltzea o recogida de mazorcas, lasto botatzea o lanzamiento de fardo o las txinga eramatea o carreras de chingas, lingotes de hierro de 50 kilos.
Como es evidente que no hay nada igual en el mundo, al menos este número de actividades deportivas tradicionales vinculadas al trabajo rural, las instituciones vascas en colaboración con federaciones y asociaciones tratan de velar porque estas disciplinas permanezcan vivas, no solo como elemento cultural, sino como un deporte que siga presente en la sociedad vasca, razón por la cual se difunde también entre los escolares. Además, las mujeres se han ido incorporando a estas actividades tradicionalmente asociadas a los hombres.
Bien es cierto que ya no hay necesidad de cargar con una piedra de 100 kilos o pasarse 14 horas cortando troncos. Pero sí que hay necesidad de mantener una cultura ancestral única. Bueno… y una apuestita de vez en cuando, ¿no?
Únete a la conversación