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Quizá no hace falta decirlo. Pero si no conoces las islas del Golfo de Nápoles, alguna vez en tu vida viajera tienes que planificar un viaje a estas famosas islas italianas. Cada una de ellas representa un aspecto concreto de la belleza de Italia, de la época más glamurosa del cine, de las vacaciones más deseadas por medio mundo, de los sueños.

El fantasma de la nostalgia puede que aparezca desde el momento que decidas viajar a ellas. No importa. Los fantasmas siempre se reciclan; y el lujo, la moda o el placer de la sentarte en una terraza a devorar una pizza continúan siendo cosas tangibles. ¡No lo olvides, la época dorada de tu vida es sencillamente ‘tú y ahora’! –carpe diem (que dicen los vitalistas)-. Los mitos nunca mueren.

Capri, azul ultramar

Capri – Foto de Pedro Grifol
Capri – Foto de Pedro Grifol

Su nombre levanta pasiones. Es la más famosa. Pura magia. Es una de las islas más lujosas del Mediterráneo. Por el solado de su deslumbrante Piazzetta han pasado los vips de todo el mundo. Su entorno aun resiste el impacto de los que siguen eligiendo este destino como escaparate de su vida. Desde ahí parten las calles que te llevan a las exclusivas boutiques de lujo donde siguen encargando las sandalias –fatto a mano– las celebridades planetarias.

La más famosa es la Via Camerelle, que acaba en una calle sin salida donde se agrupan las viviendas más chic de la isla. La otra calle es la Via Tragara que acaba en el mejor mirador para hacer la foto a los famosos faraglioni (los farallones que aparecen en los carteles publicitarios de la isla).

Toda su costa reluce salpicada de ostentosas villas, pero no hace falta que tengas un amigo rico que te invite a su casa para ver de cerca lo que pasa en la isla, Capri ofrece un amplio abanico de atracciones visuales gratis, multitud de escenarios naturales asombrosos y, quizá, lo más desconocido: rutas de senderismo espectaculares alejadas de las multitudes a las que puedes ir sin rascarte el bolsillo.

Capri – Foto de Pedro Grifol
Capri – Foto de Pedro Grifol

La belleza de la isla también se aprecia bien a bordo de una embarcación que te dé un giro por su periplo. Las visitas organizadas parten desde la Marina Grande y la experiencia contemplativa de ver el azul ultramar de la Gruta Azul es, naturalmente, en barca.

Pateando la ciudad llegarás a los hermosos jardines de Villa Augusto, donde tu curiosidad paisajística quedará satisfecha con las vistas al mar Tirreno que ofrece desde sus terrazas escalonadas. A destacar que estos bellos jardines botánicos acogen un interesante abanico de flora mediterránea, a la que se suma las majestuosas estatuas repartidas por el recinto. Desde allí podrás sacar las típicas fotos de las antiguas tarjetas postales. Puede que te vuelva asaltar el sentimiento nostálgico (pelín kitcht) pero todo es tradicionalmente bello.

Para rizar el rizo solo te falta contemplar la puesta de sol en una playa. La playa conocida como Lido del Faro, junto al faro de Punta Carena, es un lugar muy apreciado por los caprienses no muy frecuentado por turistas y que se mantiene como un rincón idílico en el que ponerte el bañador, extender la toalla y esperar la puesta de sol, es todo un placer. La experiencia será sublime si la compartes con tu pareja ¡y un aperol spritz!

Ischia, amarillo limón

Ischia – Foto de Pedro Grifol
Ischia – Foto de Pedro Grifol

Es la isla más grande. Fundamentalmente es conocida por sus aguas termales que emanan en cada esquina, por su preciado licor limoncello (la mejor manera de usar sus grandes limones), y porque fue el plató natural de numerosas películas. ¿Te acuerdas de la tórrida historia de amor entre Liz Taylor y Richard Burton en ‘Cleopatra’ (en la peli y en la vida real)?… ¿Y la inolvidable ‘Avanti’, rodada en el hotel Excelsior (que sigue igual), con Jack Lemmon intentando explicar su problema ante los listos-listísimos italianos?

Así que en Ischia puedes dividir tu tiempo entre planificar una testimonial estancia en alguno de sus establecimientos termales y almorzar en alguno de los restaurantes, muchos de ellos repletos de carteles de las películas que allí se rodaron y donde comieron espaguetis Liz Taylor, Jack Lemmon, Sofía Loren o Truman Capote. Los balnearios están repartidos por toda la isla: en el pueblo de Sant’Angelo, la playa de Maronti, la playa de Forio y la bahía de Sorgeto. Para los que les gusta las caminatas campestres, sugerimos subir a la cima del monte Epomeo. Desde allí se tiene una panorámica de 360º de la isla.

Y para los que les guste el turismo urbano, la isla guarda una de las más inquietantes sorpresas que hayas visto jamás. Se trata de la visita al Castillo Aragonés, que se llama así por la reconstrucción que emprendió el rey Alfonso V de Aragón en el siglo XV, aunque la construcción de la primera fortaleza data del 474 a.C.

Ischia – Foto de Pedro Grifol
Botellas de limoncello – Foto de Pedro Grifol

Si te has tomado un chupito de limoncello antes de ver lo que vas a leer ahora, quizá se te revuelvan las tripas, pero la Historia es lo que tiene: Dentro del castillo estuvo el Convento de Santa María della Consolazione, que perteneció a la Orden de las Hermanas Clarisas de Ischia. Allí vivían ¡y se consumían! las monjas.

El convento se cerró en el año 1810 por mor de la Ley de Secularización emitida por el rey de Nápoles, pero todavía se conserva el ‘cementerio de las monjas’, que consiste en una sala subterránea donde se ven los restos de una tradición espantosa: Cuando una monja moría, su cuerpo era colocado en una silla de piedra con un agujero. Los cadáveres se descomponían lentamente y los líquidos se recogían en recipientes ubicados debajo de los asientos. Después, los esqueletos secos se depositaban en un osario. A diario, las monjas (vivas) visitaban las “sillas de la muerte” para orar y meditar. Esto ocasionaba que se enfermaran por ambiente insalubre en el que pasaban largas horas. Morbo y fe al 100%. Esta macabra práctica se basaba en la necesidad de enfatizar la inutilidad del cuerpo como simple contenedor del espíritu… Filosofía pura y dura.Cambiamos de isla.

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¿Cómo ir?

A las tres islas se accede en ferry desde el puerto de Nápoles. Así que lo primero que hay que hacer es tomar un vuelo hasta esta ciudad del sur de Italia.

Recomendamos dedicar al menos una semana para visitar las islas del Golfo de Nápoles, así podrás disfrutar de sus diferentes ambientes, comparar… y no solo contar a tus vecinos que te has enamorado en la Gruta Azul que, por cierto: el azul es el color preferido para los que confeccionan talismanes.

Procida, verde esmeralda

Panorámica de Procida – Foto de Turismo de Italia

La isla más desconocida. Quizá porque siempre fue menos snob que Capri y ese es precisamente su atractivo: pequeños pueblos donde aun puedes ver a pescadores atareados reparando sus redes, y donde si te quedas a dormir, puede que tú seas el único turista que se ha quedado en la isla cuando el sol se esconde.

A decir verdad, este año Instagram ha conseguido llevar más turistas, porque Procida es la Capital Italiana de la Cultura durante todo 2022 pero, a decir verdad también, la nominación ha quedado bastante ‘en casa’.

Sus principales atractivos se concentran entorno a sus dos puertos, Marina Corricella y Marina Chiaiolella, y todo en esta isla rebosa autenticidad, como las casas coloridas de los pescadores. El paseo marítimo de Marina Chiaiolella está siendo el escenario de los eventos musicales durante este año cultural italiano. Pozzo Vecchio, conocida ahora como “playa del Postino” -pues en ella se rodaron los exteriores de la película ‘El cartero y Pablo Neruda’ (1994)- es otro de los lugares para no perderse.

Marina Corricella en Procida

En el interior de la zona más elevada de la isla, se encuentra Terra Murata, un singular pueblo amurallado que alberga casas medievales con verdes patios y jardines, iglesias como la Abadía de San Michele Arcangelo, y un palacio (Palazzo D’Avalos). Internándose por las callejuelas de la ciudadela, uno se embriaga de poesía y el tiempo marca su propio ritmo.

Nada más ad hoc que las palabras de la escritora procidana Elsa Morante para describir la idiosincrasia de la isla: “Mi isla tiene callejas solitarias cerradas entre muros antiguos, más allá de los cuales se extienden árboles frutales y viñedos que parecen jardines imperiales… y tiene playas de arena suave y clara escondidas entre grandes acantilados.”