Un pueblo de intrépidos navegantes, un pueblo de alma protectora: Belmonte es una villa de aroma medieval de grandes historias que vio nacer a una de las leyendas más importantes del descubrimiento de América y que acogió a cientos de judíos tras la orden de expulsión de los Reyes Católicos a finales del XV. Puerta de entrada del Parque natural de la Sierra de la Estrella, también es una localidad rodeada por cautivadora naturaleza. Acompáñanos en este viaje a la villa de Belmonte, donde la historia se escribe con mayúscula.
Belmonte y el descubrimiento
Pedro Álvares Cabral, nacido en Belmonte hacia 1467, fue seleccionado en el 1500 para un viaje que cambiaría la historia de su país y del continente al otro lado del Atlántico. Pero la expedición de Álvares Cabral no pretendía, como otras de su época, descubrir nada, sino tan solo asentar una ruta comercial con la India.
El navegante belmontense seguiría inicialmente la ruta abierta por Vasco da Gama rodeando el cabo de Buena Esperanza en África, pero en algún momento del viaje se desvío de su ruta. ¿Fue un error de navegación? ¿Un intento de buscar mejores vientos para llegar al sur? ¿O fue una búsqueda consciente de tierras americanas que le correspondían a Portugal tras el Tratado de Tordesillas firmado con España en 1494? Sea como fuere, Álvares Cabral alcanzó las costas de América del Sur, el futuro Brasil.
Esta es la epopeya que narra el Museo de los Descubrimientos de Belmonte, nuestra primera parada en esta ruta por la localidad portuguesa. Ubicado en las casas que pertenecieron a la familia Cabral, se trata de un museo interactivo que narra toda la secuencia del viaje del navegante a la actual Brasil a lo largo de dos pisos y 16 salas.
El Museo de los Descubrimientos es tal vez el más icónico de Belmonte, pero no el único, ni mucho menos. De hecho, la Red de Museos de Belmonte es uno de sus principales atractivos sumando el Museo del Aceite, el Museo Judío, el EcoMuseo del Zêzere, el río que surca la zona occidental del pueblo, o el centro de interpretación de la iglesia de Santiago, nuestra siguiente parada en esta ruta por Belmonte.
Ubicada a 2 horas al oeste de Salamanca y a un tiempo similar de Coimbra, no se puede decir que Belmonte sea una localidad muy transitada desde España. Tal vez por ello, su descubrimiento es más seductor para al viajero. Pero no fue así en otro tiempo, cuando esta tierra de frontera estaba permanentemente en alerta por la irrupción de tropas enemigas.
Una de las primeras construcciones levantadas tras la recepción de la foral por parte del rey Sancho I en 1199 fue la iglesia de Santiago, cuyo origen data de mediados del siglo XIII. La piedra granítica que caracteriza la arquitectura popular de esta zona de la comunidad de Beiras y Sierra de la Estrella destaca la iglesia con una elegante sobriedad. Aunque en su interior lo más visitado sea el panteón de la familia Cabral donde también se hallan los restos del navegante.
Al lado de la iglesia de Santiago podemos disfrutar de otro de los iconos que nos recuerdan ese origen medieval de Belmonte: su castillo, el principal responsable de la defensa de este territorio desde el siglo XIII. Tras perder su función defensiva en el XV llegó a servir de residencia para la omnipresente familia Cabral ampliándose el interior con nuevas construcciones de orden de palaciego.
Desde lo alto del castillo, además, se tiene una fantástica panorámica de pueblo y el vecino Parque natural de la Sierra de la Estrella, la mayor área protegida de Portugal con sus 100.000 hectáreas y que es otra buena razón para acercarse a este zona del país vecino.
Antes de pasar a otro brillante capítulo de la historia belmontense, nos acercamos a la Iglesia Matriz de Belmonte, la principal del pueblo desde 1940, fecha de su construcción y que acoge en su interior la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza que habría acompañado a Álvares Cabral en su mítica travesía: no cabe duda de que Belmonte se siente algo más que orgulloso de su hijo pródigo.
La herencia judía del Belmonte
Pocos años antes de que Álvares Cabral iniciara su travesía por el Atlántico, otro hecho marcó la historia de Belmonte. En las vecinas coronas de Castilla y Aragón, los Reyes Católicos firmaron el Edicto de Granada que confirmaba la expulsión de los judíos. La comunidad judía sefardí tuvo que abandonar sus hogares y emprender un nuevo éxodo que condujo a algunos hacia el oeste, hacia Portugal, donde diversas familias encontraron cobijo en Belmonte.
Pese a que Manuel I también decretó la expulsión de todos aquellos judíos que no se convirtieran al cristianismo, buena parte de la comunidad judía establecida en Belmonte se mantuvo presente en la localidad, la mayoría ejerciendo su credo en la clandestinidad.
Aunque tuvieron que sufrir la humillación de parte de los vecinos que los llamaban marranos —debían comer cerdo para fingir su nueva religión— en su mayor parte la comunidad judía de Belmonte resistió enriqueciendo la herencia cultural de la localidad.
Esa herencia judía de Belmonte puede comprenderse mejor gracias a la presencia de una sinagoga edificada en la década de los 90 al sur del castillo y que es frecuentada por las veintena de personas que forma actualmente la comunidad judía de la localidad portuguesa.
Así mismo, al norte de la Iglesia Matriz del pueblo se ubica el Museo Judío, abierto en 2005, el primer museo que presenta la historia del pueblo judío en Portugal haciendo especial hincapié en la llegada de aquellos primeros expulsados procedentes de diversos pueblos del este, al otro lado de la frontera.
Una frontera que hoy sigue existiendo en el mapa pero que ya ha sido derribada simbólicamente desde hace décadas. Gracias a pueblos de alma protectora como Belmonte, recordamos que, para los buenos viajeros, las fronteras están para cruzarlas.
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