El tamaño, el ritmo y el ambiente perfecto para un viaje de fin de semana… o para toda una vida, nunca se sabe. Con sus casi 80.000 habitantes y su ubicación a un paso del mar, Avilés es la tercera ciudad de Asturias, siempre al margen de la eterna pugna entre Gijón y Oviedo. Con un pasado y un presente muy vinculado a la actividad industrial, el porvenir de la ciudad lo marca ese proyecto de la Isla de la Innovación que pretende desterrar viejos fantasmas y (re) convertir Avilés en una ciudad moderna, limpia y sofisticada.
Avilés, a fuego lento
Nada más llegar a Avilés notamos que su ritmo de vida es otro. No vivir permanentemente mirando por encima del hombro al vecino ayuda a suavizar el día a día. Porque en Avilés se percibe esa camaradería de los locales que sienten la ciudad como muy suya, pero, al mismo tiempo, abiertos a una buena conversación con el viajero.
Nuestro viaje por Avilés comienza en la Plaza de España, uno de los rincones predilectos de los avilesinos para encontrarse. Aquí se ubica, a un lado, el Ayuntamiento y, al otro, el palacio de Ferrera, una construcción barroca del XVII que es uno de los mejores testimonios de la arquitectura residencial de la ciudad. Transformado desde 2003 en hotel, aquí se han alojado algunas estrellas del cine como Brad Pitt o Woody Allen, el cual rodó en la ciudad parte de su película Vicky Cristina Barcelona.
De la Plaza de España surgen algunas de las calles más icónicas de Avilés, como la arteria comercial y semipeatonal La Cámara que nos conduce al barrio de Sabugo que visitaremos más tarde. Pero nosotros subimos ahora por la calle San Francisco, pasamos la curiosa fuente de los Caños, con sus seis cabezas humanas vertiendo agua, y alcanzamos la Plaza Domingo Álvarez Acebal, uno de los rincones más entrañables de Avilés.
Aquí se encuentra la iglesia de San Francisco, edificada en el siglo XIV como parte de un monasterio franciscano, aunque se han encontrado vestigios que podrían indicar una construcción previa perteneciente al Prerrománico. Y, al otro lado, el palacio de Balsera, un edificio de toque modernista que ejemplifica la pujante burguesía avilesina de principios del XX.
Y llegamos ya a Galiana, tal vez la calle más icónica de Avilés, con sus famosos soportales y su singular doble piso, empedrado para el ganado y liso para los transeúntes. Ya no pasa ganado por aquí, al menos literalmente, pero sigue siendo una delicia subir por esta calle… o bajarla. Todos los años se celebra aquí el Descenso Internacional y Fluvial de la calle Galiana, momento culminante del Antroxu, el carnaval asturiano, que en Avilés no tienen parangón: una locura de agua y espuma que es una de las grandes fiestas de la ciudad.
Y flanqueando el final de la calle Galiana, dos parques que son una maravilla. Al este, el parque de Ferrera, el gran pulmón verde de la ciudad. Originalmente fue la parte trasera del mencionado palacio de Ferrera pasando a ser público desde 1976. Y, al otro lado, el parque de Carbayedo, donde se ubica el hórreo homónimo, una de las construcciones características de la geografía asturiana.
La ría de Avilés, el alma de la ciudad
Cruzamos ahora el parque de Ferrera para recorrer la calle Rivero, otra de las calles peatonales más características de la ciudad. Tras girar a la derecha por Pablo Iglesias llegamos a la calle Palacio Valdés, donde se encuentra el Teatro Palacio Valdés, el gran centro de la cultura de la ciudad, un edificio neobarroco que comenzó a construirse en el año 1900.
Callejeamos en dirección norte, hacia la ría, para llegar al Museo de la Historia Urbana de Avilés, una visita obligada si queremos conocer las diferentes etapas que marcan la evolución de la ciudad, desde el esplendor de la Edad Media hasta la industrialización del siglo XX.
Este museo está flanqueado por dos deliciosas plazas, la de Camposagrado, dominado por el palacio homónimo del siglo XVI actual sede de la Escuela Superior de Arte del Principado y, al otro lado, la plaza Carlos Lobo donde se encuentra la iglesia de los Padres Franciscanos, la más antigua conservada de la ciudad, siendo su origen el siglo XII, en plena eclosión de la arquitectura románica.
Cruzamos ahora el Parque del Muelle, echando un primer vistazo a la ría de Avilés, para visitar la iglesia de Santo Tomás de Canterbury o nueva iglesia de Sabugo, a un lado de la calle la Cámara, que nos introduce ya en Sabugo, el barrio donde mejor se siente el espíritu medieval y marinero de Avilés.
Pese a que en origen fue un barrio extramuros disgregado de la ciudad, con el tiempo ha terminado por representar ese viejo Avilés gracias a sus calles peatonales y sus pintorescos rincones entre los que destaca la plaza del Carbayo, uno de los mejores rincones de Asturias para escanciar unos culines de sidra y probar las delicias gastronómicas asturianas. Y todo ello bajo la protección de la vieja iglesia de Sabugo del siglo XIII.
Volvemos sobre nuestros pasos para la última parada de este viaje por Avilés, encontrándonos, por fin, frente a frente, con la ría de Avilés, la razón de ser de esta ciudad que ha marcado su historia, con sus momentos de esplendor, pero también con sus máculas.
El Centro Niemeyer es la primera piedra de ese nuevo Avilés que quiere seguir siendo emprendedor e industrial, pero también respetuoso con el entorno. Se trata de la singular construcción diseñada por Oscar Niemeyer, uno de los grandes arquitectos del siglo XX, que internacionalizó la ciudad, siendo el eje del proyecto conocido como Isla de la Innovación que pretende escribir un nuevo capítulo en la historia de esta entrañable ciudad asturiana.
Únete a la conversación