Al sur de la provincia burgalesa, Aranda de Duero ha sido durante mucho tiempo un nombre más en las señales de la antigua Nacional 1 y de la actual A1. Un lugar de paso en los trayectos desde Madrid al norte de España que, en el mejor de los casos, se aprovechaba como parada de avituallamiento para disfrutar de su famosa gastronomía. Felizmente, en los últimos años esta situación ha ido cambiando. El boom del turismo enológico o el festival musical Sonorama la han vuelto a poner en el mapa y la ciudad ha comenzado a abrirse definitivamente al turismo.
Nos acercamos a la capital de la Ribera del Duero para recorrer su coqueto centro histórico, admirar su majestuosa iglesia de Santa María, sorprendernos con su emergente arte urbano y, por supuesto, deleitarnos con sus apreciados vinos y su copiosa cocina tradicional. Un antiguo dicho dice que Aranda de Duero es tierra de vino y cordero. Nosotros pensamos que es mucho más.
Qué ver en Aranda de Duero
Ruta por el centro de Aranda de Duero
El centro de Aranda de Duero es relativamente pequeño, coqueto, con el aire tradicional de las ciudades castellanas. El olor a lechazo asado invade el ambiente y la animada vida social acontece en cualquier momento de la semana. Todo -o casi todo- lo que sucede en Aranda de Duero transcurre en un centro vital que concentra la principal área comercial de la ciudad y casi toda la oferta gastronómica.
Calle Isilla y Plaza del Trigo
Nuestro particular recorrido comienza en los Jardines de Don Diego, un pequeño oasis verde ubicado entre un eje de carreteras que sirve de punto de encuentro habitual para los arandinos y alrededor del cual encontraremos varias terrazas y restaurantes. Después de admirar la señorial escultura dedicada al que fuera ministro de España, Don Diego Arias de Miranda, cruzaremos la calle y atravesaremos la casi siempre concurrida Plaza de la Constitución para dirigirnos a la Calle Isilla, auténtico punto vertebrador de la ciudad. Si te sentases en esta pequeña calle, de apenas 300 metros, verías pasar a lo largo del día a todos y cada uno de los habitantes de Aranda de Duero. Quizás exagero, pero no mucho. Créeme.
Restaurantes, vinotecas, tiendas, bodegas y pastelerías se van sucediendo en esta vía peatonal de suelo empedrado y un desordenado urbanismo que termina dotándola de cierto encanto. Edificios con toques modernistas sobresalen al lado de pequeñas casas bajas históricas, construcciones variopintas de los años 60 o 70, o la controvertida Casa de la Cultura. Una moderna mole de color rosado que rompe la estética de la calle y a la que, a fuerza de convivir con ella, ya se ha acostumbrado la población local pero sigue chocando al visitante.
Hacia el final, la calle Isilla se abre ligeramente para formar la Plaza del Trigo. Un lugar que se ha vuelto emblemático para los amantes de la música indie gracias a los conciertos gratuitos que se celebran aquí todos los años con motivo del Sonorama. Es una de las plazas más bonitas de la ciudad y en ella reluce especialmente la arquitectura castellana del Siglo XIX con el bonito pórtico que protagoniza uno de sus laterales y un conjunto de edificios con balcones de hierro forjado o madera.
Plaza Mayor
Bajando por la empinada calle Béjar, aterrizaremos en la Plaza Mayor, un punto fundamental en la vida social y en la historia de esta ciudad. De estructura triangular, está vigilada por un bonito templete musical en uno de sus laterales y la rodean un conjunto de característicos edificios con soportales arqueados en piedra, algunos de los cuales datan del Siglo XV, aunque han sufrido posteriores remodelaciones. Si caminas por este pasillo de galerías y miras al techo podrás descubrir todavía algunas de las mirillas que usaban los residentes de estos edificios para ver quién llamaba a sus puertas.
En la Plaza Mayor localizamos el Ayuntamiento de la ciudad, en un edificio del siglo XVI conocido como Torre del Duero, con el habitual reloj y el escudo de la ciudad culminando la construcción. En este mismo lateral podremos visitar también el Centro de Interpretación del Vino (Ciavin), una interesante exposición gratuita que nos acerca al mundo de la producción del vino y nos introduce en las características de la Ribera del Duero, una de las denominaciones de origen con más prestigio en nuestro país. Dentro se encuentra también una maqueta del trascendente mapa de la villa de 1503, considerado como uno de los primeros mapas urbanos de la historia, y se nos ofrece también la visita a una de las famosas bodegas subterráneas de Aranda, de las que hablaremos más adelante.
Iglesia de Santa María
Sin salir de la Plaza Mayor, nos aproximaremos de nuevo hacia el templete musical y subiremos la pequeña Calle de la Miel para admirar la Iglesia de Santa María la Real, la auténtica estrella del patrimonio cultural de Aranda de Duero. Nos encontramos ante una imponente iglesia, que bien podría ser una catedral, construida a finales del siglo XV que sobresale por su preciosa fachada sur.
Obra de la escuela de Simón de Colonia, es una monumental fachada telón de estilo gótico isabelino que termina conformándose en un enorme retablo en piedra. Diferentes tallas de los apóstoles comparten espacio con escenas de la virgen en el tímpano y con escenas de la pasión de Cristo en la parte superior del arco principal. En su interior destaca la espectacular escalera del coro, diseñada en estilo gótico con influencias mudéjares, y su retablo mayor del Siglo XVII.
Plaza del Rollo e Iglesia de San Juan
Dejaremos la Iglesia de Santa María a nuestra izquierda para subir por la calle de Barrio Nuevo hasta situarnos en la Plaza del Rollo. En medio de esta calle, un tanto desarraigada, encontramos esta plaza presidida por una picota de estilo gótico. Era en este pequeño bloque de piedra donde históricamente se ajusticiaba a los reos condenados a muerte, aunque esta no era su ubicación original, ya que no se trasladó aquí hasta bien avanzado el siglo XX como elemento decorativo.
En el lateral de la plaza nos llamará la atención el conocido como Palacio de los Berdugo, construido en el siglo XV y que destaca por su sobria fachada de mampostería adornada con escudos nobiliarios. El interior es realmente interesante, con un bonito y bien conservado patio interior, pero por desgracia solo está abierto de forma puntual en eventos y ocasiones especiales al tratarse de una propiedad privada. Curiosamente, los historiadores creen que Napoleón Bonaparte pasó varias noches en este edificio en el año 1808, cuando preparaba el ataque a Madrid.
Si volvemos ligeramente nuestros pasos por la Calle Barrio Nuevo y giramos a la derecha, hacia la parte trasera de la Iglesia de Santa María, llegaremos a la Plaza de los Tercios, que nos servirá como anticipo de la encantadora Iglesia de San Juan Bautista. Se trata del templo más antiguo de la ciudad y actualmente está ocupado por el Museo de Arte Sacro. Su torre data del siglo XIII y debió formar parte de la primera muralla que tuvo la ciudad, siendo la fachada ya posterior y de estilo gótico.
Frente a la Iglesia de San Juan podremos visitar la Casa de las Bolas, que alberga un museo de arte con diferentes obras de la pintura europea entre los Siglos XVII y XX.
Un paseo por el Río Duero
Si nos ubicamos en uno de los laterales de San Juan, veremos una cuesta que baja hasta el antiguo puente de piedra, que nos dará una primera bienvenida al Duero. El río que da nombre e identidad a Aranda y a toda la comarca. Nos podemos detener al otro lado del puente para fotografiar la postal más bonita de la ciudad, con el puente en primer plano, el río y la Iglesia de San Juan en lo alto de la cuesta. Aunque, siendo estrictos, este bonito tramo fluvial, en donde pululan patos, cisnes e incluso algún pavo real, no es todavía el Duero sino su afluente el río Bañuelos.
Para alcanzar realmente el Duero, tendremos que bajar un poco más y adentrarnos en el popular Parque el Barriles, un bonito paseo que acompaña al río durante algunos kilómetros y donde encontramos diferentes zonas recreativas. Recomiendo recorrerlo tranquilamente en toda su extensión y atravesar el imponente Puente Duero por su parte inferior para ver en toda su magnitud su solida estructura. Siguiendo el camino terminaremos nuestra personal ruta en el Parque de la Isla, una bonita zona verde alrededor del río Arandilla, otro afluente del Duero, que cuenta con zonas de juegos para niños, alguna pequeña cascada artificial y una bonita zona arbolada.
Visitas a las bodegas subterráneas de Aranda de Duero
Cuando recorrimos la Calle Isilla y el centro histórico de la ciudad me reservé un dato importante y es que estábamos caminando sobre una auténtica ciudad subterránea. Resulta curioso saber que el mayor patrimonio cultural de Aranda de Duero no está a simple vista. Todo este mundo oculto nació por la necesidad de conservar el vino durante la edad media y los siglos posteriores para una población que no paraba de crecer. La innovadora solución que encontraron fue la construcción de un inmenso entramado de bodegas subterráneas.
Sin excavadoras ni la famosa tuneladora Dulcinea, sino con paciencia y trabajo duro se fueron construyendo túneles por debajo de las casas que conseguían mantener una temperatura y un grado de humedad prácticamente estable durante todo el año. Actualmente se conservan más de 135 bodegas, la mayoría de las cuales están conectadas entre sí a través de un intrincado laberinto de túneles que suman más de 7 kilómetros. Para acceder a ellas hay que bajar habitualmente una empinada y estrecha escalera de unos diez metros que desemboca en pasillos y naves más amplias de entre tres y cuatro metros de ancho y unos 3 metros de alto, donde se guardaban y guardan todavía las barricas de vino.
Prácticamente todas las bodegas son privadas y muchas de ellas pertenecen a las conocidas como peñas o agrupaciones festivas. Si vas a Aranda en sus fiestas patronales, a mediados de septiembre, es habitual ver a los locales bajar a sus respectivas bodegas para tomarse un vino con los amigos, pero también suelen ser amablemente invitados los forasteros si preguntan o piden entrar de buenos modos.
Si visitas la ciudad en otras fechas, existen algunas bodegas que suelen estar abiertas al público. Una es la Bodega de las Ánimas, dentro del Centro de Interpretación del Vino, que ya ubicamos en la Plaza Mayor, y otras pertenecen a algunos negocios locales como la de El Lagar de Isilla o la bodega histórica Don Carlos, que te invitarán a visitarlas de forma gratuita o tras el pago de una pequeña entrada. En este enlace podéis ver un mapa con todas las bodegas y la posibilidad de realizar algunas visitas virtuales.
Santuario de Virgen de las Viñas
Si te alojas en Aranda de Duero durante más de un día, te aconsejamos dar un paseo y subir hasta la Ermita de Virgen de las Viñas y su agradable parque. Es uno de los lugares de recreo favoritos para la población local y ocupa una pequeña colina a las afueras de la ciudad. Está presidido por la ermita o el santuario de la Virgen de las Viñas, levantada en honor a la patrona de la ciudad, cuya festividad se celebra el sábado siguiente al 8 de septiembre con una bonita ofrenda floral en la explanada de la ermita.
El primer templo se levantó en el siglo XIV para rendir culto a una virgen que se había aparecido en este lugar, aunque el edificio ha sufrido diversas remodelaciones y un importante incendio en 1964. El exterior es muy sobrio pero el interior cuenta con bonitos patios interiores y balconadas de madera, así como un importante retablo, presidido por la imagen de la Virgen de las Viñas y el peculiar “Mediquín”, una figura de un niño que desde el siglo XIX acompaña la imagen de la virgen.
El parque que rodea la ermita es realmente agradable y cuenta con diferentes zonas arboladas, con más de 1.400 variedades de árboles, entre las cuales predominan los ciruelos, los chopos y los plataneros. También cuenta con áreas ajardinadas de estilo neoclásico o afrancesado con flores que se muestran especialmente radiantes en primavera. Y paseando por sus caminos de tierra nos iremos encontrando diferentes monumentos y vestigios de la historia de Aranda.
Ruta por el Arte urbano de Santa Catalina
Nos salimos un poco de la ruta habitual para acercarnos a conocer un atractivo proyecto de arte urbano que está revitalizando un barrio de Aranda de Duero. Santa Catalina es un barrio que se encuentra al este de la ciudad y hasta hace poco no dejaba de ser la típica zona residencial, donde predominaban los habituales bloques en serie, de poca altura y esa falta de detalle con la que se levantaron los edificios en los años 50 y 60 del siglo pasado. En definitiva, una zona anodina más sin mucho interés para el visitante.
Y sin embargo, en los últimos años se ha ido convirtiendo poco a poco en un auténtico museo de arte al aire libre con un conjunto de grandes murales que la han puesto en el mapa del arte urbano en nuestro país. Fue en 2018 cuando la Asociación de Comerciantes de Santa Catalina se propuso dar un aire nuevo a sus calles y contar la historia del barrio y de sus gentes en una serie de murales. Se pusieron en contacto con el artista arandino Nano Arribas Lázaro y diseñaron el que sería el primero de muchos otros.
El labrador que mira al horizonte tras una dura jornada de trabajo en las viñas, la peculiar reinterpretación del traje tradicional castellano, una alegoría de Santa Catalina o el genial mural dedicado al confinamiento, con un especial protagonismo de los vecinos del barrio, son algunas de las obras de Nano Arribas. Pero a estos murales se han ido sumando otras obras que surgen de diferentes concursos de arte o por la aportación de artistas invitados, como es el caso del bonito mural de la chilena Fiorella Podesta con motivo del día contra la violencia de género.
No he encontrado una ruta oficial para seguir todos los murales (no sé a qué espera el Ayuntamiento) así que lo mejor que puedes hacer es pasear por el barrio y buscarlos por ti mismo, al tiempo que, por supuesto, consumes en el comercio local.
Dónde comer en Aranda de Duero
La habitual pregunta de dónde comer tiene en este caso una respuesta bastante sencilla: en cualquier sitio. Podría dejarlo simplemente ahí porque no comer bien en esta ciudad será, con toda probabilidad, una cuestión de mala suerte. Como decíamos al principio, Aranda siempre ha sido un punto estratégico, un cruce de caminos y un lugar habitual donde la gente se paraba a comer. Esa circunstancia provocó que se fuera creando durante las últimas décadas una importante oferta hostelera basada en dos productos fundamentales: el vino de Ribera del Duero y el lechazo asado.
Lo habitual, pues, es comer algún menú que incluya lechazo asado, la tradicional y sencilla ensalada de lechuga con cebolla y algún entrante donde no faltará, por supuesto, la morcilla de burgos (La mejor morcilla de Burgos se come en Aranda y sus alrededores. Había que decirlo y se dijo). Todo ello acompañado de la clásica torta arandina, un rico pan circular y aplanado al que se le echa aceite en su elaboración para darle ese toque crujiente y jugoso tan especial.
Existen multitud de buenas opciones para darse este pequeño lujo. Mi lugar favorito suele ser el Mesón El Pastor, pero también puedo recomendar personalmente El Lagar de Isilla, Casa Florencio, El Ciprés o el Mesón de la Villa. Es muy difícil no acertar con el lechazo, así que mi consejo es que mires sus páginas webs previamente o consultes en alguna aplicación tipo El Tenedor para comprobar si tienen alguna oferta o menú especial el día que tengas pensado ir. Es muy recomendable que reserves con antelación.
Si algo se le podía recriminar a la oferta gastronómica en Aranda era, precisamente, esa clara orientación hacia los comensales que venían de fuera y una preocupante falta de variedad. Cuando era niño y vivía en Aranda, recuerdo que abrieron en mi barrio un pequeño y coqueto restaurante llamado Chef Fermín. Una propuesta que apostaba por una interesante fusión de platos franceses con la cocina española, además de preparar las mejores tartas que he comido en mi vida. Resultaba muy novedoso en la época y lo cierto es que el restaurante solo duró unos años abierto.
Por suerte, la situación ha cambiado mucho y en la última década han abierto una serie de restaurantes con una propuesta culinaria mucho más moderna e innovadora. Dos buenas opciones, para escapar o dar un descanso al lechazo, podrían ser la sugerente cocina del Restaurante La Raspa, donde destacan especialmente sus arroces, y las originales tapas y raciones de La Pícara Gastroteca. Y si vamos en grupo y queremos diferentes opciones, cada vez son más los mesones tradicionales que complementan sus menús con otros platos más modernos. Es el caso, por ejemplo, de El 51 de Sol o el Restaurante Aitana.
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