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Entre Portimão y Lagos se ubica una de las localidades secretas del Algarve portugués, un trocito de paraíso con aroma a pescado fresco y brisa marina que reúne buena parte de los encantos del sur del país vecino: naturaleza, patrimonio, gastronomía, ocio y una sensación de autenticidad que no encontramos en otros enclaves más turistificados. Acompáñanos en este viaje a Alvor, un encantador pueblo pesquero del Algarve.

Al sabor de la marea en Alvor

Alvor al anochecer

Calles adoquinadas, estrechas y serpenteantes, ventiladas por la brisa del mar que trae ese entrañable aroma a salitre que despierta la nostalgia de veranos de hazañas y amores. Alvor es de esos pueblos en los que todavía late el auténtico corazón del Algarve, una tierra que se ha convertido en uno de los destinos turísticos más buscados de la península ibérica.

Camuflado a unos minutos al oeste de Portimão, Alvor ofrece un preciado descanso al fragor de la localidad vecina. Porque este pueblo merece estar señalado de forma destacada en todas las guías de viaje por el Algarve, rodeado por un entorno en el que no faltan las dunas, las salinas, el agua transparente del mar y unas asombrosas vistas de la ría y del océano.

Y no hay mejor manera de empezar a disfrutar de este trocito de edén que recorriendo el sendero ‘Al sabor de la marea’, una ruta circular que transcurre por una pasarela de madera, apta también para bicicletas, que se desarrolla por el cordón dunar que protege la laguna del mar.

Centro de Alvor

Si nos dirigimos hacia el este, la pasarela conecta la ría con la praia dos Três Irmãos, una buena opción para pasar un día de playa y terminar la jornada en algún restaurante del lugar para disfrutar de lo mejor de la gastronomía algarvía.

Si nos vamos hacia el oeste, encontraremos las mejores vistas del entorno natural de Alvor: es el estuario de la ría de Alvor, el más importante del barlovento algarvio, una zona protegida de alto valor ecológico: cuenta con cerca de 1.700 hectáreas y una gran diversidad de paisajes que incluyen extensos cordones dunares, marismas, campos agrícolas, huertos de secano y matorrales mediterráneos.

Alvor
Marismas de la ría de Alvor. Fuente: Vitor Silva

Los aficionados al birdwatching están de suerte en Alvor porque esta zona ofrece un verdadero espectáculo en el que destacan sus dos aves emblemáticas: la cigüeñuela y el frailecillo que cavan sus nidos en la arena de las dunas juntando pequeños trozos de conchas.  El espectáculo llega a su punto culminante con la marea baja, cuando los mariscadores recogen berberecho y almeja y las garzas, limícolas, correlimos y agujas colinegras se pegan un delicioso banquete.

Y si dirigimos nuestra mirada hacia el sur, la playa de Alvor, con sus tres kilómetros de arena bañada por esas aguas que nos prometen baños inolvidables. Y así, caminando en dirección oeste llegamos a la Ribeira de Odiáxere, que separa con sus aguas Alvor de Lagos. Al otro lado, Meia Praia, otro kilométrico arenal comparable en belleza a la vecina playa de Alvor.

Alvor, la sabrosa fragancia del Algarve

Alvor
Alvor. Fuente: Vitor Silva

Dicen que el sentido del olfato es el que nos conecta más directamente con nuestros recuerdos más íntimos. ¿Nunca os pasado que el simple olor de un lugar os estremece sin razón aparente? Algo así siente el viajero en lugares como Alvor, porque despierta la nostalgia de la vida sencilla al borde del mar.

Y es que esta localidad algarvía no tiene secretos ni misterios. Es un auténtico pueblo pesquero de pintorescas casas blancas y pequeñas embarcaciones de colores vibrantes amarradas en el puerto, una estampa que poco ha cambiado a pesar del paso del tiempo, a pesar de la llegada de turistas que vienen a disfrutar del sol, el mar y la fresca gastronomía algarvía.

Si lo que buscas es un buen plan para comer, no hay pérdida: entre el puerto y el casco viejo abundan los asadores de pescado, las tabernas y los gastrobares, solo tienes que dejarte guiar por el olor a pescado fresco. Pero para comprender más a fondo la cultura gastronómica de esta región debemos acudir también al mercado local, a un paso del viejo Castelo, o visitando el mercado de la ría de los domingos, donde los productores locales ofrece las frutas y verduras de las huertas cercanas.

A pesar de la evidente importancia que ha adquirido el turismo en Alvor, la localidad algarvía no olvida su historia. Sus casi 5.000 vecinos presumen de una larga historia ejemplificada por el Castelo, que vivió su máximo apogeo en época islámica.

Alvor
Alvor. Fuente: Unsplash

A partir de finales del XIII, la plaza cae definitivamente bajo el dominio cristiano que reedifica el castillo como principal lugar de protección del pueblo. Fue el terrible terremoto de 1755 el que acabó con buena parte de la estructura, aunque sus muros aún se conservan —custodiando un parque infantil— como testimonio de la vieja Alvor.

Por su parte, el patrimonio religioso de la localidad se centra en la iglesia del Divino Salvador, construida en el XVI, máximo exponente del estilo manuelino en el Algarve y la pequeña iglesia de la Misericordia ubicada en una coqueta plaza adoquinada plagada de terrazas.

¿Y qué nos queda después de recorrer las calles de Alvor y visitar su entorno natural siguiendo el sabor de la marea? Pues un chapuzón en el mar. Al este de la localidad algarvía encontramos sensuales calas ubicadas entre vertiginosos acantilados, como la praia João de Arens o la del Submarino. Más al oeste llegamos a la praia da Prainha y después la playa de los Tres Hermanos que conecta con la larga playa de Alvor, el tesoro dorado de este encantador rincón del Algarve.