Es otoño, una estación en la que los días pierden horas de luz y son más fresquitos, los árboles se desnudan de sus hojas y los paisajes se visten de colores ocres, naranjas, marrones o rojizos. Pero también conlleva el relevo de productos en nuestra despensa con la aparición de los fructifican justamente en esta época, a la confieren perfumes y sabores distintos.
Es tiempo de setas, de castañas, de calabazas, de coles, de mandarinas… y, por lo tanto, de disfrutarlos en todo su esplendor, pues cuando mejor saben es cuando están en su temporada. Hacemos un repaso por los seis alimentos otoñales más típicos.
Calabazas
Octubre abre las puertas de par en par para recibir a las calabazas, que son la hortaliza estrella del otoño. Y es que estas curcubitáceas no solo se perfilan el ornamento clave de las decoraciones de Halloween, sino que también constituyen un filón en la cocina, pues podemos asarlas, freírlas, cocerlas o hacerlas puré. Pero además son el ingrediente estelar del ‘pumpkin pie’ estadounidense y las típicas chulas gallegas.
Castañas
Son el fruto que da el castaño, cuya recogida es una excusa de celebración en muchas regiones de España. Por ejemplo, en Galicia, Castilla y León, Cantabria o Asturias se celebra el magosto; en Navarra y el País Vasco, el ‘gaztañerre eguna’; y en Canarias, la castañada.
Ya sea en una de estos festejos o en nuestra casa, regalan un festival de sensaciones al proporcionar una deliciosa textura crujiente, un gusto dulzón de lo más agradecido al paladar y un aroma único, que se aprecia especialmente cuando aparecen los castañeros en la ciudad, pues este embebe las calles.
Crudas o cocidas están bien ricas, pero asadas, crepitantes y calentitas, no admiten comparación alguna. Además, ofrecen un sinfín de posibilidades culinarias, pues se prestan muy bien a la elaboración de panes, purés, cremas y una larga retahíla de elaboraciones reposteras.
Setas
Con las primeras lluvias del otoño proliferan en los campos y montes las setas, de las que hay decenas de variedades comestibles, algunas de las cuales son sumamente codiciadas como los boletus, los rebozuelos, los níscalos, los gurumelos o el pié azul.
Y tiene tanto atractivo aventurarse en su búsqueda, para la que, eso sí, debemos llevar cestas o cualquier recipiente que garantice el esparcimiento de las esporas para su reproducción, como saborearlas. Aunque cada especie casa mejor con un tipo de preparaciones, las alternativas culinarias son igualmente infinitas: asadas, a la plancha, fritas, horneadas, como ingrediente de lasañas, pasta, pizzas, revueltos…
Membrillo
La llegada de este fruto, que procede del Cáucaso, a las fruterías nos indica que el otoño ya está aquí y que, por lo tanto, sabe especialmente bien. Muchos comensales lo conocen gracias a la compota, la mermelada o el dulce que se comercializa en los supermercados, pero no tiene nada que ver, pues son derivados.
Y es que la fruta es todo un regalo de la naturaleza, pues proporciona un aroma único y su carne se presta como nadie de acompañante de carnes, especialmente cerdo, e ingrediente de dulces, púdines o compotas. Aunque los mejores compañeros de juego son el queso fresco y los frutos secos como, por ejemplo, las nueces.
Caquis
Esta fruta, a la que también se la conoce con el curioso nombre de palosanto, es originaria de China y Japón. Nos permite tomar el pulso al otoño, pues cuando mejor saben es cuando dicha estación está en su máximo esplendor. Lo ideal es degustarla en solitario si queremos apreciar su inédito gusto dulce.
Pero también podemos usarla en infinidad de platos: ensaladas, flanes, tartares, mermeladas e incluso panes. Si os atormenta la acidez, debéis saber que va de perlas para ponerle fin, ya que que sus propiedades alcalinas facilitan la digestión.
Verduras
Durante el otoño, la sección de verduras tampoco anda escasa. Toca consumir berenjenas, coles, espinacas, acelgas, boniatos o pimientos. Todas se perfilan un dechado de posibilidades en la mesa, ya sea participando en elaboraciones clásicas, como los purés, los sofritos, las sopas o los guisos, y en otras más sofisticadas, ideales para quienes no acaban de encontrarle el gusto, como, por ejemplo, rellenas, en quiché o en lasaña.
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