El Rosellón, una de las regiones más auténticas del sur de Francia, ofrece paisajes y atractivos turísticos que resultan perfectos para una escapada de un fin de semana. Su historia y tradiciones, tan vinculadas a nuestro país, nos hará sentir de inmediato una conexión muy particular y su cercanía con el Mediterráneo y los Pirineos te regalarán unos paisajes realmente únicos.
Nos hemos ido de viaje y hemos realizado esta ruta de 48 horas por el Rosellón francés, en la que descubrirás algunos de sus lugares y pueblos más emblemáticos. ¿Nos acompañas?
Día 1: Perpiñán y sus tesoros históricos
Nuestro viaje comienza en Perpiñán, la capital del Rosellón, una ciudad con más de mil años de historia, donde la influencia de culturas como la romana, visigoda, árabe y catalana ha dejado una huella imborrable. Por la mañana, nada mejor que comenzar nuestra visita en el Palacio de los Reyes de Mallorca, un impresionante conjunto arquitectónico cuya construcción se inició en el siglo XIII por orden de Jaime II, rey de Mallorca.
Atravesando su imponente puerta principal, accederemos a un conjunto de murallas, patios y jardines con algunas salas visitables como el salón principal o la bonita capilla. El interior del castillo alberga algunas exposiciones como la dedicada al granate. Esta piedra era muy valorada en toda la región y se montaba en toda clase de joyas otros elementos como oro o plata creando piezas de gran belleza. Desde lo alto de la muralla, tenemos además una bonita panorámica de la ciudad de Perpiñán y los alrededores.
A continuación, nos podemos dirigir al Castillet, una antigua puerta de entrada a la ciudad amurallada, levantada en el siglo XIV, que alberga el Museo Casa Pairal. Este museo te permitirá sumergirte en la historia y las tradiciones del Rosellón a través de una colección de objetos, ropas y utensilios de la época.
Es hora de comer y la gastronomía de Perpiñán te conquistará sin duda. La fusión entre cocina francesa, mediterránea y, más concretamente, catalana nos regala platos típicos tan sabrosos como la escalivada, la bullinada de pescado o los tradicionales cargols o caracoles al horno. En el centro de la ciudad encontraremos restaurantes tradicionales como Le Vienne, en la Place Arago, que cuenta con una amplísima carta y un ambiente de lo más auténtico.
Por la tarde, nos acercaremos a visitar la Catedral de San Juan Bautista, un imponente templo gótico construido en el siglo XIV. Dado que la iglesia románica de Saint-Jean le Vieux se había quedado pequeña, se inició la construcción de un nuevo edificio en 1324. La caída del reino de Mallorca detuvo las obras, que no se reanudaron hasta el siglo XV. El diseño original de tres naves fue descartado y Guillem Sagrera, un destacado arquitecto mallorquín y autor de la catedral de Palma de Mallorca, optó por una sola nave amplia de estilo gótico. La construcción finalizó en 1509 y fue consagrada como catedral en 1602.
Aprovecha también para disfrutar del atardecer, paseando por las estrechas callejuelas del casco antiguo y visitar sus tiendas de productos locales y artesanía. La bonita plazas de La Loge, con el impresionante edificio gótico que la preside, la Plaza Arago, llena de terrazas y bares, el Teatro Municipal o el mercado al aire libre de la Plaza de la República son algunos de los puntos de interés que irás encontrando en este agradable paseo.
Día 2: Colliure, Argelès-sur-Mer y la costa del Rosellón
El segundo día de nuestra ruta nos llevará a descubrir dos de las localidades costeras más emblemáticas del Rosellón: Collioure y Argelès-sur-Mer. Por la mañana podemos ir a Collioure, situado a unos 25 kilómetros al sur de Perpiñán. Este pequeño pueblo fue fuente de inspiración para muchos artistas del siglo XIX y XX, como Matisse, Derain o el propio Picasso. Y cuando caminas por sus estrechas callejuelas, entre casas de colores y flores, o sales a disfrutar de su bahía entenderás bien los motivos.
La fortificada Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles nos recibe, acompañada de la encantadora capilla de Saint-Vincent y el faro de la ciudad, al que accederemos a través de un sendero de piedra. Si nos dirigimos hasta él podremos disfrutar de una vista panorámica de las casas renacentistas que rodean la playa y el puerto. Sus tejados rojizos y fachadas coloridas con contraventanas de madera conforman, en mi opinión, una de las imágenes más hermosas del Mediterráneo.
Cerca de la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, cuya torre evoca su pasado como faro, se halla la pequeña playa de San Vicente, punto de partida de un encantador paseo marítimo resguardado por la antigua muralla y el Castillo Real. Y si cruzamos alguna de las puertas que conectan la playa de San Vicente con el casco histórico, llegaremos al conocido Barrio de Mouré. A partir de ahí, al ascender por la Rue du Boramar o la Rue de la Prud Homie, nos adentraremos en el laberinto de estrechas calles que conformaban las antiguas viviendas de los pescadores. Hoy en día, la mayoría se han transformado en galerías de arte o pequeños hoteles con encanto, aunque su arquitectura se ha preservado en gran medida.
Para el almuerzo, podemos elegir alguno de los restaurantes que hay junto a la bahía o subir un poco y acercarnos hasta dos buenas opciones como son el Restaurante Le Neptune o La Balette, con preciosas vistas del pueblo. Imposible irse sin comprar algunos botes con sus famosas anchoas.
Por la tarde, continuaremos nuestro recorrido hacia Argelès-sur-Mer, a tan solo unos kilómetros de Colliure con la que también está unida por un paseo junto al mar. Su playa de más de siete kilómetros es una de las más largas de este tramo del Mediterráneo y la localidad es conocida por ser una de las capitales europeas del camping, con más de 40 opciones para todos los gustos y presupuestos.
Vale la pena disfrutar de un agradable paseo junto a la playa en un sendero que comienza tras un hermoso pinar y luego se transforma en un paseo marítimo con carril bici incluido. Podemos llegar hasta el Puerto de Argelès y continuar hasta la otra playa destacada de la ciudad, conocida como Le Racou, que resulta perfecta para ver el atardecer.
Argelès-sur-Mer es tristemente recordada por su participación involuntaria en el final de la guerra civil española, en uno de los episodios más terribles de nuestra historia reciente. Todo ocurrió durante los primeros meses de 1939, cuando cientos de miles de exiliados cruzaron la frontera francesa huyendo de las tropas rebeldes que estaban ganando la guerra en un fenómeno que los franceses conocen como “La Retirada”. La mayoría de ellos terminaron recluidos en una serie de campos de concentración que se levantaron improvisadamente en esta parte de la costa francesa y tuvieron que tratar de sobrevivir en condiciones inhumanas.
Para recordar y tomar conciencia de nuestra historia, es muy recomendable la visita al Museo Memorial del Campo de Argelès. A través de su exposición podremos comprender las razones que desembocaron en esa situación y la evolución del campo a lo largo de los años. El pequeño museo presenta un recorrido desde la Guerra Civil Española, con un completo panel cronológico y un mapa interactivo, para luego explicarnos cómo era el difícil día a día en el campo y la vida de estos refugiados, muchos de los cuales terminaron estableciéndose en esta área.
Otras posibles visitas en el Rosellón francés
Además de los lugares mencionados en nuestra ruta de 48 horas, el Rosellón francés cuenta con otros muchos puntos e interés a los que nos podemos acercar para alargar nuestra estancia en la región. Una opción es, por ejemplo, la ciudad de Céret. Conocida como la “Meca del cubismo” debido a que artistas como Picasso, Braque y Gris pasaron temporadas en la localidad y dejaron su huella en la escena artística local como podemos comprobar en el Museo de Arte Moderno. Además, Céret posee un encantador casco antiguo, con calles estrechas y plazas sombreadas, donde podrás disfrutar de la atmósfera relajada y bohemia que caracteriza a la ciudad.
Otra visita interesante, aunque no forma parte histórica del Rosellón, es la localidad de Villefranche-de-Conflent, en el corazón de los Pirineos. Esta pequeña ciudad medieval, fundada en el siglo XI, ha sido incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO como parte de las Fortificaciones de Vauban. Pasear por sus callejuelas empedradas, rodeadas por murallas bien conservadas, es como viajar en el tiempo. Además, aquí empieza el famoso Tren Amarillo, un ferrocarril de montaña que ofrece un recorrido espectacular por el paisaje de los Pirineos, cruzando puentes y viaductos vertiginosos en su camino hacia la estación de esquí de Font-Romeu y la localidad de Mont-Louis.
El pueblo medieval de Castelnou es considerado uno de los más bonitos de Francia, Banyuls-sur-Mer, conocido por sus riquísimos vinos dulces, Thuir y la visita a la Cueva Byrrh o Salses-le-Chateau con su famosa fortaleza … Las opciones son, como podéis ver, muy diversas.
El Rosellón francés es, en resumen, una región con una gran riqueza histórica y cultural que ofrece mucha variedad de atractivos turísticos en un espacio relativamente pequeño. Desde sus monumentos y playas hasta sus parajes naturales y gastronomía, el Rosellón te espera para desvelarte sus secretos y enamorarte con su encanto
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