Con permiso de la literatura, el cine es la forma más barata de ‘viajar’, de descubrir destinos a los que poner en la lista de próximos deseos viajeros. ¿Quién no ha visto alguna vez una película y ha pensado “tengo que ir a ese país”? La industria del cine lo sabe y, desde que Hollywood descubrió la gallina de los huevos de oro, no son pocos los países que la fomentan como infalible método de marketing turístico.
Desde Armenia a Tokio, y de la Patagonia a Groenlandia, sin olvidar los viajes ‘interiores’, que pueden ser aún más memorables, os proponemos 20 películas que invitan a viajar.
20 películas para amantes de los viajes
Una historia verdadera (David Lynch, 1999)
Cualquier edad es buena para hacer el viaje de tu vida, sobre todo si hay una buena razón esperándote en el destino. El viejo Alvin se embarca en un viaje desde su hogar en Iowa hasta el vecino Wisconsin. 500 kilómetros no son nada… a menos que lo hagas en una máquina cortacésped.
El color de la granada (Sergei Parajanov, 1979)
Dice el crítico Jordi Costa de esta película que es “lo más parecido a ver una película extraterrestre”. No hay duda de que no hay nada en la historia del cine como El color de la granada. Y es que no son necesarios bellos paisajes para encender el deseo de conocer un país, de descubrir una cultura. Esto es lo que logra esta película con Armenia gracias a la evocación de la vida del poeta Sayat Nova.
Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001)
Una de las mejores road movies del siglo XXI: Julio, Tenoch y Luisa recorren México en un viaje de iniciación para unos y de catarsis para otros. Una forma de descubrir ese otro México que no solemos ver en las guías de viaje.
Las aventuras de Jeremiah Johnson (Sidney Pollack, 1972)
Antes que el pobre Christopher McCandless inspirara a millones de viajeros ‘salvajes’ de todo el mundo, ‘pelazo’ Robert Redford se metía en la piel de Jeremiah Johnson para poner a prueba la destreza del ser humano para vivir solo en un entorno inhóspito pero maravilloso. Una de esas películas que inspiran a dejar la certidumbre urbana y lanzarse hacia rutas salvajes.
Valhalla Rising (Nicolas Winding Refn, 2009)
Y para viajes salvajes, el del protagonista de Valhalla Rising, una extraña película que aborda de forma indirecta los primeros viajes de los vikingos hacia lugares desconocidas al otro lado del Atlántico. Un enfoque muy diferente de los clásicos ‘descubrimientos’ de tierras ignotas.
Atanarjuat, la leyenda del hombre veloz (Zacharias Kunuk, 2001)
Reconocida en el Festival de Cannes de 2001, Atanarjuat fue la primera película rodada íntegramente en inuktitut, una de las lenguas de los pueblos Inuit que habitan el norte de Alaska, Canadá y Groenlandia. Para descubrir las siempre subyugantes tierras del norte.
Noche en la tierra (Jim Jarmusch, 1991)
Dejamos un momento los grandes paisajes y aventuras y hacemos un viaje cinematográfico más urbano y nocturno. Y es que tras ver Noche en la tierra entran unas ganas locas de subirte a un taxi (o un Cabify) y recorrer el centro de una gran ciudad hablando de lo divino y lo humano con un taxista. Bueno, a menos que ese taxista sea Robert Benigni: entonces toca escuchar (y rezar) más que hablar.
Paisaje en la niebla (Theo Angelopoulos, 1988)
Existe otra Grecia más allá de las ruinas emblemáticas y las islas mediterráneas de ensueño, una Grecia apenas filtrada entre la niebla de la melancolía. En esta película, el espectador sigue el viaje de dos niños griegos a Alemania en busca de su padre.
Siberiada (Andrei Konchalovski, 1978)
Ahora que estamos en una nueva Guerra Fría de desoladoras consecuencias a largo plazo (más allá de si tendremos que bajar un grado o no la temperatura en el centro comercial) es un buen momento para recordar que el pueblo ruso en su conjunto y su cultura están muy por encima de los acontecimientos y no se merecen este veto. Sirva esta Siberiada para recordar la belleza de una tierra siempre inspiradora.
Picnic en Hanging Rock (Peter Weir, 1975)
Hay películas que, sin pretenderlo, poetizan todo un país. Eso es lo que logró Picnic en Hanging Rock, una singular película basada en hechos reales sobre la desaparición de unas chicas en el entorno de Hanging Rock en el estado de Victoria, Australia. Por momentos, la trama de la película resulta secundaria y el espectador cae hechizado por la resplandeciente luz australiana. Y piensas que, algún día, tendrás que sentirla in situ, no en el sofá de tu casa.
En el curso del tiempo (Wim Wenders, 1976)
Volvemos a la Guerra Fría para recordar aquella peligrosa frontera que durante décadas partió en dos Alemania. En el curso del tiempo es una de las mejores películas que muestran la realidad de aquella época en una de esas road movies que inspiran a coger el coche y salir a descubrir mundo, aunque sea a la vuelta de la esquina.
Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986)
Para embarcarse en un viaje no hace falta un coche ni carretera: un sendero, buena compañía y un destino es suficiente para comenzar uno de esos viajes iniciáticos que no se olvidan. Cuenta Conmigo se convirtió en una película de culto de los 80 por su celebración de la amistad, la nostalgia, la inocencia de la juventud y el espíritu de descubrimiento.
Lost in Translation (Sofia Coppola, 2003)
Y, de repente, todo tennager norteamericano con ínfulas quiso hacer las maletas y perderse en las calles tokiotas mientras suena Just Like Honey. Pocas películas de los últimos años han logrado crear un halo tan sofisticado y hechizante de una ciudad como hizo Sofia Coppola con Tokio.
Historias mínimas (Carlos Sorín, 2002)
Para aquellos que les gustan los paisajes agrestes, solitarios y casi inmutables, la Patagonia es un paraíso. Historias mínimas es un homenaje a esta tierra ubicada a miles de kilómetros de Buenos Aires, tanto geográfica como espiritualmente. Otro mundo.
Grizzly Man (Werner Herzog, 2005)
Volvemos a rutas salvajes para descubrir la historia de Timothy Treadwell que pasó catorce veranos conviviendo con osos en Alaska hasta que un buen día, pues… dejó de convivir con ellos. Uno de los cineastas más viajeros (y salvajes) de la historia del cine no podía dejar pasar esta historia que es la misma de siempre: el tour de force de un solitario, apasionado y un poco desequilibrado personaje en un entorno natural implacable.
Saga Bourne (2002-2016)
El espía más famoso del siglo XXI ha sido también un gran viajero, especialmente por tierras europeas. Aunque fue perdiendo fuelle a medida que avanzó, las tres primeras películas de Bourne constituyen una fantástica trilogía que ofrece una visión dinámica y adictiva de muchas de nuestras grandes ciudades. De esas películas en las que dices: “Eh, eh, ahí estuve yo”.
Camino a la libertad (Peter Weir, 2010)
Volvemos a Siberia, pero en esta ocasión no nos contentamos con recorrer la tundra de la infinita región rusa. Queremos más. Para los personajes de Camino a la libertad no se trata de turismo, por supuesto, sino de huida. Pero una reflexión de uno de los personajes al final de esta película expresa de forma inapelable el espíritu del viajero más extático: aquel que siempre encuentra su destino en el horizonte.
El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003)
Este es un ejemplo paradigmático de lo que puede hacer una gran superproducción por el turismo de un país. Como si no hubiese ya suficientes ganas de conocer Nueva Zelanda, llega Peter Jackson y ubica el universo de El señor de los anillos en tierras neozelandesas. Y nuestras antípodas vuelven a ascender a los puestos de honor de las listas de deseos viajeros.
La gran belleza (Paolo Sorrentino, 2013)
Sirve esta película como ejemplo de todas esas historias de amor sobre una ciudad: hay tantas que es imposible señalarlas todas. Porque La gran belleza es de esas películas que terminan con muchos espectadores buscando vuelos a una ciudad. Y no hay ciudad en el mundo como Roma para recuperar el amor por la vida. Y si es en compañía de Jep Gambardella, el no va más.
Apocalipse Now (Francis Ford Coppola, 1979)
Una película de ‘turismo interior’ enmarcada en deslumbrantes exteriores naturales. Porque tras ver Apocalipse Now entran ganas de remontar cualquier río que se nos ponga por delante, del Mekong al Nalón: la cuestión es remontar hasta alcanzar el destino en el siguiente horizonte.
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